jueves, 16 de mayo de 2013

A mi también me gustaría ver a Mariano Rajoy por una vez con la camisa remangada





He escuchado a Manuel Campo Vidal decir que no es fácil reunir un plantel de comunicadores desafortunados tan nutrido como el que exhibe el Gobierno. Se refería a los ministros y portavoces del Gobierno de Mariano Rajoy, más concretamente a Cristóbal Montoro y Luis de Guindos.

Cada vez resulta más evidente (y Mariano Rajoy lo está aprendiendo a base de sudor y lágrimas) que gobernar es, ante todo, comunicar.

A un año y medio de gobierno, poco a poco, Mariano Rajoy, ha ido ideando un espacio comunicativo de crisis y dificultades. Altibajos temporales de unas horas en los que, Mariano Rajoy ya no promete acabar con el paro, ni tampoco salir de forma inmediata de la crisis económica, financiera y social que nos atraviesa. “No hay varitas mágicas para salir de la crisis”, nos dice de vez en cuando. “Es verdad que las medidas que estamos tomando hacen daño a la gente, a mucha gente. Son difíciles de explicar, son difíciles de comprender. Yo soy absolutamente consciente de eso y lo somos todos en el Gobierno. Pero son absolutamente imprescindibles. Créame, que si no, no las tomaríamos”, es un ejemplo de Comunicación Política del jefe del Ejecutivo siendo a la vez comunicativamente ausente.

Situación extraña, insostenible, ciertamente. El Gobierno está desarrollando una estrategia de comunicación de sus decisiones más importantes, y asimismo, las más duras en repercusión social, basada en la ambigüedad o en restar importancia a los propios anuncios. Un buen ejemplo de ello es la confusión que generó Luis de Guindos al comunicar la subida del IVA que se produciría en 2013. Hasta tal punto, que no pronunció la palabra“IVA” y que los periodistas tuvieron que preguntarle después para confirmar si lo que habían escuchado correspondía a un aumento de este impuesto.

En el fondo, la cuestión, planteada en el ámbito de la comunicación política no es el lograr una comunicación libre de distorsiones y coacciones, sino el transformar el poder social en poder comunicativo y el poder comunicativo en poder político. Si el gobierno asumiera este reto, se ubicará en un nicho, que por ahora está casi vacío.

Por lo que, casi tod@s coincidimos en que éstos son los diez errores en comunicación del Gobierno de Mariano Rajoy. Diez errores que como decimos, no le hacen quitarse la chaqueta, remangarse la camisa en ningún momento.

  • No tiene una estrategia a largo plazo: Todos coincidimos en que se está actuando a corto plazo e improvisando. Una antiestrategia, con mensajes cruzados y que son fruto de la descoordinación ya que es evidente que no existe coordinación interministerial y de éstos con Moncloa ni, sobre todo, coherencia en las medidas y eso provoca en el elector una confusión que difícilmente se puede invertir.

  • Falta explicación, falta comunicación: Sólo él puede rellenar los huecos y debe comparecer inmediatamente ante los medios de comunicación (en múltiples formatos: rueda de prensa, entrevistas, coloquios con periodistas…) y no huir de ellos, lanzando su mensaje de responsabilidad ante una situación tan grave. Cada día que pasa sin hacerlo es una grieta más en su credibilidad, en nuestra confianza hacia él.

  • No hay concreción, sino confusión: De todas las medidas que se han insinuado en lo que va de legislatura, la mayoría siguen en el aire sin detallarse. Como la anunciada, tres veces, ley de apoyo a emprendedores o una posible subida fiscal a las rentas altas. Todas estas recetas sobrevuelan la opinión pública, hacen mucho ruido y crean confusión. Algo peligroso cuando España está en el ojo del huracán.

  • El presidente no ha dado la cara: Este presidente ha seguido la fórmula de la avestruz y, en lugar de afrontar la situación, ha escondido la cabeza. Desde Moncloa se cree que en este momento de debilidad extrema de la figura del presidente hay que blindarla, sacarle de los medios, protegerle. Sin embargo, no hay peor decisión que esa en estos momentos.

  • Delegar explicaciones en la Vicepresidente Soraya Sáez de Santamaría: Hay situaciones tan importantes en las que no hay vicepresidentes que valgan: los ciudadanos necesitan escuchar a su presidente, con la camisa remangada, explicando una a una las medidas. Además, ministros como Cristóbal Montoro o Luis de Guindos no perciben la importancia de la opinión pública, son burócratas, con mucha voluntad pero nada más y no se plantean cómo va a recibir la gente las noticias, o lo que es lo mismo, no entienden de comunicación (ni quieren).


  • Brusquedad: Los recortes generan un gran desconcierto porque irrumpen en el corazón de la opinión pública como un elefante en una habitación. Por este motivo, cuando los bancos centrales van a subir o bajar los tipos de interés se despliega meses antes una estrategia dirigida a informar de esta posibilidad y así reenfocar la situación.


  • Fatídica puesta en escena: Un presidente, una imagen, en parte fuera de sí, lo contrario a una imagen de un capitán de barco que sabe dónde nos lleva.


  • Falta de estrategia de comunicación de crisis: Mariano Rajoy ha debido y debe de tomarse más en serio la comunicación que en época de crisis es especialmente importante y diferente de cuando todo va bien. El presidente se ha dado cuenta de todo esto tarde y cuando empieza la cosa a pudrirse es muy complicado recomponerlo. El liderazgo se confirma en épocas difíciles y no en bonanza.

  • Mariano Rajoy asociado a mensajes negativos: En los últimos meses y tras estos acontecimientos, el nombre del presidente se ha centrado en los mensaje negativos, como ya ocurrió en la última legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero.

  • Imagen constante de incertidumbre (Dar la sensación constante de pérdida de control de la situación): Los expertos consideran que el resultado de todos estos errores de comunicación es que en la opinión pública ha calado la sensación de que el Gobierno no controla la situación. Y, esa incertidumbre, además de pasarle factura electoralmente, tiene mucho impacto en el futuro de la economía española. Por lo que esta política de comunicación, tan caótica, está poniendo en peligro la credibilidad de España como país. 

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